13 de noviembre de 2017

LA POESÍA SURREALISTA


"En 1922 comienza a llamar la atención en Francia un grupo de artistas que se dicen militantes
de un nuevo movimiento al que designan con el nombre de surrealismo. Este pequeño  grupo 
de artistas habría de ejercer  considerable influencia en el arte de este siglo XX.
Estos artistas, en su mayoría poetas, se agrupaban alrededor de la revista de vanguardia 
“Littérature”, y hacia el año 1924 constituirían ya un núcleo relativamente numeroso, que funda
 un órgano exclusivo de ese movimiento: "La Révolution Surréaliste", realizando simultáneamente
 un amplio programa de agitación.
Lo curioso en ellos era que no hablaban preferentemente de literatura y de arte, sino que proclamaban la necesidad de cambiar la vida, y se proponían cuestiones sobre el hombre y la condición humana que parecían trascender del ámbito habitual del arte. Más que de artistas, hacían el papel de agitadores, y en ellos parecía mezclarse lo político y lo filosófico con lo poético, al mismo tiempo que un curioso espíritu de investigación se unía a un afán por la aventura y el escándalo.
Estos jóvenes habían surgido en el clima de los movimientos de vanguardia que conmovieron los principios estéticos en los comienzos del presente siglo: en Francia, los cubistas en las artes plásticas, y el movimiento paralelo en literatura, encabezado por Apollinaire, Reverdy, Cendrars y otros; en Alemania, el expresionismo literario y plástico, y en Italia, el futurismo. Pero lo que en estos movimientos constituyó una ruptura simplemente formal con normas estéticas pasadas, en ellos fue fundamento de una actividad creadora totalmente distinta y de una nueva concepción del mundo, del hombre, y de los medios de expresión.
Este cambio tuvo sus verdaderas raíces en el movimiento dadaísta, del cual formaron parte casi todos los surrealistas de la primera hora. El dadaísmo, surgido a raíz de la gran crisis espiritual que promovió la primera guerra mundial, se elevó como una voz de protesta contra una cultura y un sistema de valores que finalmente conducía a la guerra y a la autodestrucción. El dadaísmo significó una ruptura absoluta con los principios vigentes, en grado tal, que no sólo llegó a negar el arte y la literatura del pasado, sino que cuestionó la esencia y la razón fundamental de todo arte, afirmando la caducidad esencial de cualquier forma de expresión artística. Pero este movimiento juvenil, totalmente negador, sentó las bases de nuevos principios creadores, de una verdadera estética revolucionaria, que sería continuada por los surrealistas.
En estas nuevas experiencias estéticas se partía prácticamente de cero: la única norma aceptada fue la de la libertad total. Se iniciaba así un arte sin cánones.
Lo que constituyó la novedad de este, movimiento fue la creencia de que el arte no tiene una función en sí, sino que es un modo de expresión de lo vital en el hombre. Para ellos arte y vida forman una unidad.
Pero esa unidad no se establece con una vida abstracta, sino con la vida concreta del hombre. Algunos movimientos artísticos que precedieron al surrealismo proclamaron la ruptura con el pasado e intentaron fijar el arte en términos del presente, pretendiendo reflejar lo que realmente preocupa al hombre de hoy. En el futurismo, por ejemplo, su aparente acento sobre la vida concreta fue sólo exterior, mejor dicho, superficial;tomó del presente únicamente un elemento anecdótico, la velocidad, y no se interesó por los problemas realmente humanos. La preocupación fundamental de los surrealistas fue siempre el hombre concreto: su necesidad de realizarse y de conocer, sus deseos, sus sueños, sus pasiones, su mundo anímico profundo, su afán de trascender, su ansia de autenticidad frente a una sociedad artificial, regida por normas éticas y sociales absurdas, frente a una sociedad mecanizada e hipócrita, con valores arbitrarios y falsos.
El futurismo fue una concepción mecanicista y anecdótica, en la cual el hombre en sí no cuenta; conservó intactos los peores prejuicios y exaltó los más bajos valores del pasado; fue -por lo menos en manos de su iniciador- una concepción inhumana y reaccionaria, disfrazada de modernidad. El surrealismo es esencialmente revolucionario y aspira a transformar la vida y la condición del hombre.
Al destacar de tal modo los problemas esenciales del hombre, los surrealistas no sólo se consideraron fuera de la literatura y del arte sino que manifestaron el más abierto desprecio por quienes buscaban en esas actividades el sentido de la vida.

El surrealismo no acepta, pues, el arte como un fin en sí, tampoco el arte comprometido en el sentir habitual
(en función de la defensa de intereses particulares de cualquier género). El arte sólo se comprende en función del hombre en su acepción más lata, de la unidad hombre que necesita realizarse como hombre.
Todo lo que el surrealismo piensa del arte se resume en su concepción de la omnipotencia de la poesía. La
poesía constituye el núcleo vivo de toda manifestación de arte y ella le da su verdadero sentido. Pero la
poesía no es para los surrealistas un elemento decorativo, o la búsqueda de una abstracta belleza pura: es el
lenguaje del hombre como esencia, es el lenguaje de lo inexpresable en el hombre, es conocimiento al mismo
tiempo que manifestación vital, es el verbo en su calidad de sonda lanzada hacia lo profundo del hombre.
El canto por el canto en sí no existe (ni siquiera en los pájaros). El canto es objetivación del deseo, del amor,
del gozo de vivir, del odio, de la cólera, de la desesperación, de la angustia del destino y de la muerte; todo lo que en el vivir es apasionado y ardiente, la poesía lo convierte en vivencia que se objetiva, en objeto tan
palpitante y ardiente como la vida misma. La poesía no es explicación de lo que pasa en el hombre, es parte
viviente del hombre que se desprende para hacerse objetiva y concreta, es algo que trasciende de los límites,
del hombre como individuo.
A veces esa vida que se arranca para entregarse como poesía, se convierte en un verdadero estallido en el que participa -con todos los riesgos de desintegración- la totalidad del ser; así dieron poesía Artaud, Daumal, Gilbert-Lecomte, Duprey.
La obsesión de lo vital y la defensa del hombre como algo que debe realizarse, no es exclusiva del
surrealismo. En Nietzsche, la afirmación de la vida y el hombre, constituye la base de toda su filosofía. En
algunos de los más grandes escritores contemporáneos, D. H. Lawrence, Henry Miller y, en Francia, Georges Bataille (vinculado éste con los surrealistas en un comienzo), se afirma la vida por una exaltación de lo erótico que llega a adquirir verdadero carácter metafísico. Lo erótico, para ellos, proclama la dignidad de la vida inmediata, libre, en consonancia con la alta jerarquía del deseo. Este interés por lo vital se convierte
en verdadera reacción de defensa contra las formas de vida modernas, deshumanizadas, dominadas por las
exigencias de la técnica y por una estructura social que tiende a anular todo lo auténticamente humano. Los
surrealistas (así como los escritores mencionados) defienden una concepción sagrada de la vida, en oposición a la sordidez en que está sumida la existencia del hombre actual. Oponen la libertad del mundo anímico vital (término éste más explícito que el de irracional) a los esquemas rígidos, estandarizados de la razón. Los surrealistas emprenden su lucha contra una moral absurda, producto de una religión petrificada en dogmas,que tiende a desvalorizar al hombre y lo que hay en él de específicamente humano, en nombre de mitos extrahumanos; de ahí el interés que demostraron muchos de ellos por las religiones orientales, de esencia antropocéntrica, tales como el budismo (especialmente en su corriente más vital: el zen), en oposición a las religiones teocéntricas occidentales, y también por las concepciones ocultistas que aceptan un sentido mágico en las relaciones entre el hombre v el cosmos.
La importancia acordada a la imaginación, al mundo fantástico y al de los sueños, pudo hacer creer que el
surrealismo significaba un modo de evadirse de la vida. Todo lo contrario; acabamos de ver cómo el
surrealismo constituye una voluntad de penetración en la vida, de confundirse con ella, de explorar todas sus
posibilidades y liberar todas sus potencias.
Todo lo que el surrealista considera esencial en el hombre -y por lo tanto, en su lenguaje, la poesía - se
resume en los términos de la libertad, el amor, lo maravilloso.
Los surrealistas pretenden que la poesía es el camino que libera al hombre. Tal idea no es nueva ni exclusiva
de ellos. Ya Hegel en su "Enciclopedia de las ciencias filosóficas" había dicho: "El arte suministra la
purificación del espíritu de servidumbre".
Desde los comienzos del movimiento, los surrealistas señalaron la importancia que la idea de libertad tenía
para ellos. Breton decía en 1924 en el "Primer Manifiesto del Surrealismo": "La palabra libertad es lo único
que todavía me exalta." También para Soupault -que emite este concepto en un libro reciente- la poesía es
ante todo liberación.
Puede decirse que gracias a esa función liberadora, la poesía adquiere para los surrealistas la importancia
desmesurada, excepcional, que siempre le han dado. Ella prepara la libertad integral del hombre y como
comienzo exige sacudirse todos los dogmas que oprimen; en primer término el dogma de la omnipotencia de
la razón.
La liberación del hombre debe comenzar por la liberación espiritual, y para ello Breton aconseja un
procedimiento de índole estrictamente poética: "el vertiginoso descenso en el interior del espíritu".

El surrealismo es una mística de la revuelta. Revuelta del artista contra la sociedad convencional, su
estructura fosilizada y su falso sistema de valores; revuelta contra la condición humana, mezquina y sórdida.
El artista resulta así el paladín del hombre en su ardiente protesta contra el mundo; la protesta del hombre
sometido a coerciones por quienes detentan el poder y pretenden hacerle aceptar esas coerciones como el
orden natural. El surrealismo aparece como una sistematización del disconformismo.
Lo que se denomina espíritu burgués, con todas sus normas y principios inamovibles, es el blanco predilecto
de los surrealistas. Pero la palabra burgués supera para ellos el simple signo del filisteísmo de una clase
social: simboliza la petrificación de las convenciones, la supervaloración de la hipocresía como norma de
convivencia, la organización de tabúes sociales con la codificación de "lo que no se debe hacer", de "lo
prohibido", la negación y asfixia de todos los valores vitales, incluyendo los más sagrados valores del
espíritu.
Esta actitud del surrealismo, esta crítica agresiva y despiadada a las normas vigentes, tiende a producir una
profunda alteración en la escala de valores, tanto en lo ético como en lo cultural, y no hay duda de que ha
influido en la actitud del hombre de hoy, en la medida en que los hombres de cualquier época sufren la
influencia de la visión del mundo que ofrecen sus artistas.
Quizás sea necesario insistir que la defensa de los valores humanos mediante la poesía no es nueva y que, en
alguna medida es visible en los poetas. auténticos de todos los tiempos : aparece en Dante, en Villon, en
Blake, en Swift (en cuanto pertenece a la poesía por su humor negro y sus creaciones fantásticas), se acentúa en los románticos, y encuentra sus grandes rebeldes a partir de Baudelaire, especialmente en Rimbaud y Lautréamont, verdaderos dioses lares del surrealismo. En realidad, en toda verdadera poesía está latente o manifiesta una protesta del hombre contra su condición.
El amor es para los surrealistas la pasión que exalta todos los mecanismos de la vida, aquella en que la
función de vivir adquiere todo su sentido. Ellos ven en el amor la unión de lo físico (la vida inmediata) con
lo metafísico: es al mismo tiempo cumplimiento y trascendencia. De este modo se establece una fusión entre
el concepto romántico del amor sublime y el erotismo.
La libertad y el amor son los pilares de la concepción surrealista del hombre. El amor no se opone a la
libertad: ambos son términos intercambiables ("La libertad o el amor" es el título de uno de los libros más
conocidos de Desnos); ambos se condicionan mutuamente: no hay amor sin libertad, no hay libertad sin
amor. El amor es el reto del hombre a todas las fuerzas negativas que tienden a aislarlo. Su sentido es la
lucha contra la soledad. Mediante el amor trasciende el hombre de su condición de individuo: el amor lo
universaliza.
El tema del amor (tema a veces invisible pero que llena de contenido erótico las imágenes del poema) es
fundamental en toda la poesía surrealista y llega a ser dominante en la obra de Éluard y en parte importante
de la de Desnos. En la reciente poesía de Joyce Mansour se manifiesta la fusión entre el amor sublime y lo
erótico como protesta contra la chatura de la condición humana.
Lo maravilloso expresa la tendencia del hombre a realizarse en pos de un arquetipo ideal, y ese arquetipo
está dado en la unidad del mundo en que vivimos2. Lo maravilloso no constituye una negación de la realidad
sino la afirmación de la amplitud de lo real, que abarca el mundo visible (aquel que tiene acceso a nuestros
sentidos) y el mundo invisible. La poesía sumerge al hombre en ese mundo total -visible e invisible - al cual
alude lo maravilloso. Pero la fuente primera de lo maravilloso es la vida misma, y la poesía es, ante todo,
expresión de ese asombro de vivir. Pero no debe ser sólo expresión, debe llegar a ser parte de la vida -con
todo lo que tiene ésta de tumultuoso e imprevisible -, impulsada por una energía motora: el amor, marchando
por un camino no trazado: la libertad.
Pero la poesía tiene todavía una función muy importante que no han descuidado los surrealistas: al descubrir
al hombre lo recóndito de su espíritu, al intentar objetivarlo mediante el lenguaje, la poesía no sólo se
convierte en mecanismo de liberación sino que resulta método de conocimiento.
La poesía como fuente de conocimiento se basa en la creencia de que los poderes del espíritu pueden ir más
allá del mundo de lo aparente.
El conocimiento que ofrece el poeta es un conocimiento de tipo muy especial, es un conocimiento
"iluminador". El poeta ilumina de golpe las zonas oscuras del ser y al penetrar con su luz en la profundidad
del espíritu, en su zona de nacimiento, no sólo nos revela al hombre esencial, sino que descubre allí los lazos
secretos que lo unen al mundo que lo rodea y del cual forma parte. Encuentra el punto de conjunción entre el
individuo y el universo, y, por extraña paradoja, al sumergirse en lo más secreto y personal, descubre, de
pronto, la zona impersonal, la que es común a todos los hombres, la que es común a los hombres y su
universo.
Este modo de conocer del poeta es no-racional (para no emplear el término equívoco de irracional) y
correspondería llamarlo "esencial". Los mecanismos esquemáticos que usa la razón conforman un sistema de
elementos deformados y convencionales, y constituyen barreras que impiden el acceso a lo más profundo.
Ser poeta surrealista consiste -como explica Breton en el Primer Manifiesto del Surrealismo"- en "eliminar el
control de la razón", y en abrir la puerta-trampa de este sótano profundo que constituye la morada
fundamental del espíritu. Allí descubrimos al hombre en su peculiaridad última y al mismo tiempo en su
trascendencia, en su salida, en su contacto directo con el cosmos, en su unidad universal.
Ese conocimiento es de especie claramente vital. Nietzsche decía: "De todo lo que se escribe, sólo me
interesa lo que se escribe con la propia sangre. Escribe con la sangre y así aprenderás que la sangre es
espíritu." El conocimiento que revela el poeta circula previamente por el torrente de su sangre. Sólo cuando
ha circulado por las arterias, el conocimiento se hace verdaderamente humano, y el poeta tiene el don de
transmitirlo.
Es indudable que la misión "iluminadora" del poeta lo aproxima a la experiencia de los místicos; pero en
realidad esa "iluminación" constituye el punto inicial de todo conocimiento, tanto poético como científico. El
momento inicial de todo nuevo camino en el terreno de la ciencia es siempre una iluminación en estado puro,
y tiene el mismo sentido que la creación poética.
En su función de conocer, el poeta surrealista toma siempre la actitud de la inocencia primordial. Por eso los
ídolos de los surrealistas son los poetas niños: Rimbaud y Lautréamont. Esta actitud de inocencia hace al
poeta notablemente receptivo a lo desconocido. Pero no es simple receptividad sino verdadera avidez por lo
desconocido lo que lo caracteriza. Esta navegación por lo desconocido hace que la poesía surrealista tenga un peculiar carácter de aventura. La poesía se desenvuelve así como una gran aventura, como una familiaridad con lo desconocido. Esa sed de lo desconocido aclara la preferencia de los surrealistas por los valores de lo oculto (que para ellos tiene las características de ardiente, excepcional, elevado) frente a los valores de lo aparente (que equivale a frío, trivial, inferior). Explica también la inclinación que sienten por las disciplinas herméticas vinculadas al conocimiento esotérico, tal como lo presenta el llamado pensamiento tradicional"

-Texto de la *Introducción del Libro de Aldo Pellegrini: nota primera.

"ANTOLOGÍA DE LA POESÍA SURREALISTA de la lengua FRANCESA".






-fuente:del libro mencionado-"Fabril Editora"- Argentina-1961 (sic)

2 comentarios:

Leticia dijo...

Riqueza, en ese hablar del lenguaje escrito que nos lleva a la critica reflexiva y enriquecedora.
Gracias por compartir esta introducción conmovedora, y también a tu sensibilidad, como siempre querida poeta.

*Me lo llevo.Deseo leerlo con clama .

Elsa Tenca - Mariani dijo...

LETICIA:

EL AUTOR FUE UN ESCRITOR QUE SE DEDICÓ AL ESTUDIO y TRADUCCIÓN DE LOS POETAS SURREALISTAS franceses.

-Objetivamente los he estudiado y en el contexto de su época histórica pude transversalmente obtener conclusiones.

Afectos.