La Editorial Siglo XXI anunció que desde el 27 de ABRIL se encuentra disponible, en las librerías de la Ciudad de Buenos Aires, el libro "Mujeres", obra póstuma de Eduardo Galeano. También en el Stand que la editorial tiene en la Feria del Libro.
*El libro está integrado por una serie de textos breves que proponen una recorrida por el universo femenino, al modo de Galeano. La travesía incluye paradas en algunas figuras icónicas que a lo largo de la historia ayudaron, con su obra y su vida, a colocar la figura de la mujer en pie de igualdad con la del hombre. Una labor inconclusa por la que muchas siguen luchando, pero también no pocos hombres. Uno de ellos fue Galeano.
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"FRIDA"
"FRIDA"
*1929. Ciudad de México.
(Pág. 124)
Tina Modotti no está sola frente a sus inquisidores. La acompañan, de un brazo y del otro, sus camaradas Diego Rivera y Frida Kahlo: el inmenso buda pintor y su pequeña Frida, pintora también, la mejor amiga de Tina, que parece una misteriosa princesa de Oriente pero dice más palabrotas y bebe más tequila que un mariachi de Jalisco.
Frida ríe a carcajadas y pinta espléndidas telas al óleo desde el día en que fue condenada al dolor incesante.
El primer dolor ocurrió allá lejos, en la infancia, cuando sus padres la disfrazaron de ángel y ella quiso volar con alas de paja; pero el dolor de nunca acabar llegó por un accidente en la calle, cuando un fierro de tranvía se le clavó en el cuerpo de lado a lado, como una lanza, y le trituró los huesos. Desde entonces ella es un dolor que sobrevive. La han operado, en vano, muchas veces; y en la cama del hospital empezó a pintar sus autorretratos, que son desesperados homenajes a la vida que le queda.
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Frida ríe a carcajadas y pinta espléndidas telas al óleo desde el día en que fue condenada al dolor incesante.
El primer dolor ocurrió allá lejos, en la infancia, cuando sus padres la disfrazaron de ángel y ella quiso volar con alas de paja; pero el dolor de nunca acabar llegó por un accidente en la calle, cuando un fierro de tranvía se le clavó en el cuerpo de lado a lado, como una lanza, y le trituró los huesos. Desde entonces ella es un dolor que sobrevive. La han operado, en vano, muchas veces; y en la cama del hospital empezó a pintar sus autorretratos, que son desesperados homenajes a la vida que le queda.
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"Ventana sobre una mujer"
(Pág. 141)
Esa mujer es una casa secreta.
Esa mujer es una casa secreta.
En sus rincones, guarda voces y esconde fantasmas.
En las noches de invierno, humea.
Quien en ella entra, dicen, nunca más sale.
Yo atravieso el hondo foso que la rodea. En esa casa seré habitado. En ella me espera el vino que me beberá. Muy suavemente golpeo a la puerta, y espero.
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"Juana"
(Pag. 223)
En las noches de invierno, humea.
Quien en ella entra, dicen, nunca más sale.
Yo atravieso el hondo foso que la rodea. En esa casa seré habitado. En ella me espera el vino que me beberá. Muy suavemente golpeo a la puerta, y espero.
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"Juana"
(Pag. 223)
Como Teresa de Ávila, Juana Inés de la Cruz se hizo monja para evitar la jaula del matrimonio.
Pero también en el convento su talento ofendía. ¿Tenía cerebro de hombre esta cabeza de mujer? ¿Por qué escribía con letra de hombre? ¿Para qué quería pensar, si guisaba tan bien? Y ella, burlona, respondía:
—¿Qué podemos saber las mujeres, sino filosofías de cocina?
Como Teresa, Juana escribía, aunque ya el sacerdote Gaspar de Astete había advertido que a la doncella cristiana no le es necesario saber escribir, y le puede ser dañoso.
Como Teresa, Juana no sólo escribía, sino que, para más escándalo, escribía indudablemente bien.
En siglos diferentes, y en diferentes orillas de la misma mar, Juana, la mexicana, y Teresa, la española, defendían por hablado y por escrito a la despreciada mitad del mundo.
Como Teresa, Juana fue amenazada por la Inquisición. Y la Iglesia, su Iglesia, la persiguió, por cantar a lo humano tanto o más que a lo divino, y por obedecer poco y preguntar demasiado.
Con sangre, y no con tinta, Juana firmó su arrepentimiento. Y juró por siempre silencio. Y muda murió.
Fotos: EFE.
3 comentarios:
Tiene que ser un libro apasionante.
Recuerdo la triste vida de Frida, yo creo que nació un poco adelantada a su tiempo.
Ya me has picado y me ha entrado el gusanillo de leerlo, tengo que buscar ese libro de Eduardo Galeano, seguro que las mujeres que todavía siguen luchando por esa igualdad, le recordarán mientras vivan.
Te dejo un fuerte abrazo con mis cariños.
Kasioles
GRACIAS Kasioles por tu visita y comentario.
Si vivieras aquí ya te lo hubiera enviado...(SIC)
Un fuerte abrazo.
Imperdible, se hace muy necesario leerlo, para no creernos que lo perdimos a él.....
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